Las historia de Alejandra y el zorro en el campo

Historia de Ale y el zorro

Había una vez una niña llamada Alejandra, de tan solo siete años, que vivía en la hermosa ciudad de Granada, en España. Alejandra era una niña curiosa y aventurera, siempre dispuesta a explorar los rincones más mágicos de su entorno.

Un día soleado de primavera, Alejandra decidió emprender una pequeña excursión al campo. Se puso su sombrero de paja y su mochila, y se adentró en los bosques que rodeaban su casa. El aire estaba lleno de fragancias frescas y el canto de los pájaros la acompañaba en su camino.

Mientras caminaba entre los árboles, Alejandra notó algo moviéndose entre los arbustos. Se detuvo y observó con atención. ¡Era un zorro! Un hermoso ejemplar de Vulpes vulpes, con su pelaje rojizo y su cola esponjosa. El zorro la miró con curiosidad, sus ojos brillantes y astutos.

Alejandra no sintió miedo. En lugar de eso, se acercó lentamente al zorro, extendiendo su mano hacia él. El zorro no huyó, sino que se quedó allí, observándola. Parecía saber que Alejandra no le haría daño.

“¡Hola, pequeño zorro!”, exclamó Alejandra con una sonrisa. “¿Cómo te llamas?”

El zorro no podía hablar, pero sus ojos parecían decir: “Me llamo Zorro, y soy el guardián de estos bosques”. Alejandra decidió llamarlo Zorro de ahora en adelante.

Desde ese día, Alejandra y Zorro se hicieron amigos inseparables. Juntos exploraron los senderos del bosque, descubriendo secretos escondidos entre las hojas y las ramas. Zorro le enseñó a Alejandra a escuchar el viento y a observar las huellas de otros animales en el suelo.

Cuando llegaba la noche, Alejandra se sentaba junto a Zorro en una roca y le contaba historias sobre su familia y su vida en la ciudad. Zorro la escuchaba atentamente, sus oídos puntiagudos moviéndose con cada palabra.

Con el tiempo, Alejandra aprendió que los zorros eran criaturas inteligentes y astutas. Zorro le mostró su madriguera, un agujero en el suelo donde vivía con su familia. Alejandra se sentía afortunada por haber encontrado a un amigo tan especial.

Los días pasaron, y Alejandra y Zorro siguieron compartiendo sus aventuras. A veces, Zorro la llevaba a lugares secretos donde las luciérnagas bailaban alrededor de los árboles. Otras veces, Alejandra le llevaba galletas y frutas como regalo.

La amistad entre Alejandra y Zorro se convirtió en una leyenda en la pequeña ciudad de Granada. Los niños solían preguntarle a Alejandra sobre su amigo peludo, y ella les contaba historias mágicas sobre sus encuentros en el bosque.

Y así, la niña de siete años y el zorro se convirtieron en compañeros inseparables, demostrando que la amistad no tenía barreras ni límites. Alejandra aprendió que la naturaleza estaba llena de sorpresas y que los amigos podían encontrarse en los lugares más inesperados.

Y aunque Alejandra creció, siempre llevó consigo el recuerdo de su amigo Zorro y los bosques de Granada.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *