Historia de Ale y la comadreja en el campo

Historia de Ale y la comadreja

Alejandra era una niña muy aventurera que le gustaba explorar el campo con su perro Toby. Un día, mientras paseaba por el bosque, vio algo moverse entre los arbustos. Era una comadreja, un animal pequeño y alargado, de color marrón y blanco, con unos ojos negros y brillantes.

  • ¡Hola, comadreja! – dijo Alejandra acercándose con curiosidad -. ¿Qué haces aquí? ¿Quieres ser mi amiga?

La comadreja se asustó al ver a la niña y a su perro, y se escondió detrás de una piedra.

  • No, no quiero ser tu amiga – respondió la comadreja con voz aguda -. Déjame en paz. Tú y tu perro sois unos intrusos. Este es mi territorio.
  • Vaya, qué borde eres – dijo Alejandra sorprendida -. No te vamos a hacer nada. Solo queremos jugar contigo. ¿Por qué eres tan miedosa y tan malhumorada?
  • No soy miedosa ni malhumorada – replicó la comadreja -. Soy prudente y orgullosa. Vivo sola y me basto yo misma. No necesito a nadie más. Los humanos y los perros sois unos enemigos para mí. Siempre me perseguís y me queréis hacer daño.
  • Eso no es verdad – dijo Alejandra -. Yo no te quiero hacer daño. Yo quiero ser tu amiga. Te puedo dar de comer y cuidar de ti. Eres muy bonita y muy ágil. Seguro que sabes hacer muchas cosas.
  • ¿De verdad? – preguntó la comadreja con cierta curiosidad -. ¿Qué cosas te gustan a ti?
  • Pues me gusta leer cuentos, dibujar animales, cantar canciones, saltar a la comba, hacer puzles, jugar al escondite… – enumeró Alejandra con entusiasmo.
  • ¿Y qué es eso de leer cuentos? – quiso saber la comadreja.
  • Leer cuentos es una forma de viajar con la imaginación a otros mundos, donde hay princesas, dragones, hadas, brujas, piratas, caballeros… – explicó Alejandra.
  • ¡Qué tontería! – exclamó la comadreja -. Eso no existe. Lo único que existe es lo que se ve y se toca. Yo solo leo las huellas de los animales, el olor de la comida, el sonido del viento, el calor del sol, el frío de la nieve…
  • Bueno, eso también está bien – dijo Alejandra -. Pero hay muchas cosas que no se ven ni se tocan, y que también existen. Como los sentimientos, por ejemplo. ¿Tú no sientes nada?
  • Claro que siento – dijo la comadreja -. Siento hambre, sed, sueño, frío, calor, miedo, rabia, alegría…
  • ¿Y no sientes amor? – preguntó Alejandra.
  • ¿Amor? ¿Qué es eso? – preguntó la comadreja.
  • El amor es lo que hace que quieras a alguien, que te preocupes por él, que le des cariño, que le hagas feliz… – dijo Alejandra.
  • No, eso no lo siento – dijo la comadreja -. No quiero a nadie, ni me preocupo por nadie, ni le doy cariño a nadie, ni le hago feliz a nadie. Solo me quiero a mí misma, y me preocupo por mí misma, y me doy cariño a mí misma, y me hago feliz a mí misma.
  • Pues qué pena – dijo Alejandra -. Porque el amor es lo más bonito que hay en la vida. Sin amor, todo es triste y vacío. Yo te quiero, comadreja. Y Toby también te quiere. ¿No quieres querernos tú a nosotros?

La comadreja se quedó pensativa. Nunca había sentido amor por nadie, ni nadie le había dicho que la quería. Tal vez la niña y el perro tenían razón. Tal vez el amor era algo bueno y bonito. Tal vez ella también podía sentirlo y darlo.

  • Bueno, vale – dijo la comadreja al fin -. Voy a intentarlo. Voy a quereros a vosotros. Pero solo un poco, ¿eh? No vaya a ser que me haga daño.
  • ¡Bien! – exclamó Alejandra -. ¡Qué bien que seas nuestra amiga! Ven, vamos a jugar juntos. Te vamos a enseñar muchas cosas divertidas. Y tú nos puedes enseñar muchas cosas interesantes. Seguro que nos lo pasamos muy bien.

Y así fue como Alejandra, Toby y la comadreja se hicieron amigos. Juntos vivieron muchas aventuras y aprendieron unos de otros. La comadreja descubrió el valor de la amistad y el amor, y se volvió más dulce y más feliz. Alejandra y Toby descubrieron el valor de la naturaleza y la libertad, y se volvieron más sabios y más respetuosos. Y los tres se quisieron mucho, y fueron muy felices.


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