
Historia de Ale y el coyote
Alejandra era una niña de 7 años que vivía en una granja cerca de un bosque. Le gustaba mucho explorar la naturaleza y ver a los animales que vivían allí. Un día, mientras paseaba por el bosque con su perro Toby, escuchó un ruido extraño entre los árboles. Era como un aullido, pero más agudo y corto. Alejandra se acercó con curiosidad y vio a un animal que se parecía a un perro, pero más pequeño y delgado, con orejas puntiagudas y cola peluda. Era un coyote.
Alejandra se quedó quieta, sin saber si el coyote era amigable o peligroso. El coyote también la miró con atención, pero no parecía tener miedo ni agresividad. Toby, el perro de Alejandra, se puso a ladrar y a mover la cola, como si quisiera jugar con el coyote. El coyote respondió con un ladrido y se acercó un poco más a Alejandra y Toby. Alejandra sintió que el coyote no le iba a hacer daño y le sonrió. El coyote le devolvió la sonrisa y se sentó a su lado.
Alejandra le acarició el pelo al coyote y le preguntó su nombre. El coyote no podía hablar, pero le hizo entender con gestos que se llamaba Luna. Alejandra le dijo que se llamaba Alejandra y que le gustaba mucho la naturaleza y los animales. Luna le hizo un gesto con la cabeza, como si le dijera que a ella también. Alejandra le preguntó si quería ser su amiga y Luna le lamió la cara, como si le dijera que sí.
Así empezó una bonita amistad entre Alejandra y Luna, la niña y el coyote. Cada día, Alejandra iba al bosque con Toby y jugaba con Luna. Luna le enseñaba cosas sobre el bosque, los otros animales, las plantas y las estrellas. Alejandra le enseñaba cosas sobre la granja, los humanos, los libros y las canciones. Se divertían mucho juntos y se querían mucho.
Un día, Alejandra le dijo a Luna que tenía que irse a la ciudad con su familia, porque su padre había encontrado un trabajo allí. Luna se puso triste y le preguntó con gestos si volvería a verla. Alejandra le dijo que sí, que volvería cada vez que pudiera, y que nunca la olvidaría. Luna le dijo lo mismo y le dio un abrazo. Alejandra le regaló un collar con una luna de plata que llevaba puesto y le dijo que era para que siempre la recordara. Luna le agradeció el regalo y le lamió la cara.
Alejandra se despidió de Luna y se fue con su familia a la ciudad. Luna se quedó en el bosque, esperando a que volviera. Pasaron los días, las semanas, los meses y los años. Alejandra creció y se hizo mayor, pero nunca dejó de pensar en Luna. Cada vez que veía la luna en el cielo, se acordaba de su amiga y le mandaba un beso. Luna también creció y se hizo mayor, pero nunca dejó de pensar en Alejandra. Cada vez que escuchaba una canción, se acordaba de su amiga y le mandaba un aullido.
Un día, cuando Alejandra ya era una mujer, decidió volver a la granja donde había vivido de niña. Quería ver a su familia, a su perro Toby y, sobre todo, a su amiga Luna. Llegó a la granja y se alegró de ver que todo seguía igual. Su familia la recibió con mucho cariño y Toby la reconoció y se puso a saltar de alegría. Alejandra les preguntó por Luna y le dijeron que seguía viviendo en el bosque, que a veces la veían pasar por la noche, con su collar de plata brillando a la luz de la luna.
Alejandra se fue al bosque con Toby y buscó a Luna. La encontró en el mismo lugar donde se habían conocido, sentada junto a un árbol. Luna la vio y se levantó, con los ojos llenos de emoción. Alejandra se acercó a ella y la abrazó, con lágrimas en los ojos. Luna le lamió la cara, con una sonrisa en los labios. Se reconocieron al instante y se pusieron al día de todo lo que les había pasado. Se dieron cuenta de que, aunque habían cambiado mucho, seguían siendo las mismas amigas de siempre.
Alejandra y Luna se quedaron juntas en el bosque, recordando los viejos tiempos y viviendo nuevas aventuras. Toby también se quedó con ellas, feliz de tener a su amiga de vuelta. Alejandra y Luna se prometieron que nunca más se separarían y que siempre se cuidarían la una a la otra. Y así lo hicieron, hasta el final de sus días.
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