Historia de Ale y el chacal en África

Historia de Ale y el chacal

A Alejandra siempre le gustaron los animales y soñaba con viajar por el mundo para verlos en su hábitat natural. Un día, su papá le dio una gran sorpresa: le dijo que iban a ir a África, donde viven muchos animales salvajes, como leones, elefantes, jirafas y chacales. Alejandra estaba muy emocionada y no podía esperar a llegar.

Cuando llegaron a África, se alojaron en un campamento cerca de un parque nacional. Allí conocieron a un guía que les iba a enseñar los animales y les iba a contar muchas cosas sobre ellos. El guía les dijo que los chacales eran unos animales muy parecidos a los perros, pero más salvajes y astutos.

Les dijo que vivían en grupos y que se comunicaban con sonidos y gestos. Les dijo que se alimentaban de animales pequeños o débiles, y también de los restos de otros animales que ya estaban muertos. Les dijo que eran muy inteligentes y curiosos, y que se adaptaban a diferentes lugares y situaciones. Les dijo que eran muy importantes para la naturaleza y el ser humano, porque ayudaban a mantener el equilibrio de los ecosistemas.

Alejandra estaba muy interesada en los chacales y quería verlos de cerca. Le preguntó al guía si podían ir a buscarlos. El guía le dijo que sí, pero que tenían que ir con cuidado, porque los chacales eran muy desconfiados y podían asustarse o atacar si se sentían amenazados. Le dijo que tenían que ir al atardecer, que era cuando los chacales salían a cazar o a buscar comida.

Le dijo que tenían que ir en silencio y con una linterna, para poder verlos en la oscuridad. Le dijo que tenían que mantener una distancia prudente y no molestarlos. Le dijo que tenían que respetarlos y protegerlos, porque estaban en peligro de desaparecer.

Alejandra le dijo que sí a todo y se preparó para la aventura. Se puso ropa cómoda y zapatos adecuados. Se llevó una mochila con agua, comida y una cámara de fotos. Se subió al jeep con su papá y el guía, y se dirigieron al parque nacional. Allí, se bajaron del jeep y caminaron por la sabana, siguiendo las huellas de los chacales. Alejandra estaba muy atenta y emocionada, esperando ver a los animales que tanto le gustaban.

Después de caminar un rato, el guía se detuvo y señaló con la linterna. Alejandra miró y vio a unos cuatro o cinco chacales que estaban comiendo los restos de una cebra que había sido cazada por un león. Los chacales tenían el pelo de diferentes colores, como negro, gris, rojo o blanco, y unas orejas muy grandes y puntiagudas.

Alejandra los encontró muy bonitos y simpáticos. Les hizo unas fotos con su cámara, sin hacer ruido. Los chacales se dieron cuenta de su presencia y la miraron con sus ojos brillantes. Alejandra les sonrió y les hizo un gesto amistoso. Los chacales le devolvieron el gesto y le hicieron un ruido.

Alejandra creyó que le saludaban. Se sintió muy feliz de conocerlos. Les dijo que los quería mucho y que los iba a cuidar. Los chacales le agradecieron y siguieron comiendo.

Alejandra se quedó un rato más observándolos, hasta que el guía le dijo que era hora de volver. Alejandra se despidió de los chacales y les prometió que volvería a verlos. Los chacales le desearon buena suerte y le hicieron otro ruido.

Alejandra se fue con su papá y el guía, muy contenta y orgullosa de su experiencia. Había cumplido su sueño de ver a los chacales en su hábitat natural. 


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