Historia de Ale y el babuino en la selva

Historia de Ale y el babuino

Érase una vez una niña llamada Alejandra que vivía en una gran ciudad. A ella le encantaban los animales, pero no podía verlos más que en los libros o en la televisión. Un día, su padre le dijo que iban a hacer un viaje a una selva tropical, donde había muchos animales salvajes. Alejandra se puso muy contenta y empezó a preparar su maleta.

Al llegar a la selva, Alejandra se quedó maravillada con la belleza del lugar. Había árboles enormes, flores de colores, pájaros que cantaban y monos que saltaban. Su padre le dijo que tenían que ir con cuidado, porque también había animales peligrosos, como serpientes, arañas y jaguares. Alejandra le prometió que no se alejaría de él y que seguiría sus consejos.

Un día, mientras caminaban por un sendero, Alejandra vio algo que le llamó la atención. Era un babuino que estaba sentado en una roca, comiendo una fruta. Alejandra se quedó fascinada con el animal, que tenía una nariz larga, un pelo gris y unos ojos muy expresivos. Sin pensarlo, se acercó al babuino, dejando atrás a su padre, que estaba distraído con el mapa.

  • Hola, amigo – le dijo Alejandra al babuino, con una sonrisa – ¿Qué tal estás? ¿Te gusta esa fruta?

El babuino la miró con curiosidad y soltó un gruñido. Luego, le ofreció la fruta que tenía en la mano, como si quisiera compartirla con ella. Alejandra se sorprendió, pero aceptó el gesto. Tomó la fruta y le dio un mordisco. Estaba dulce y jugosa.

  • Gracias, amigo – le dijo Alejandra al babuino, devolviéndole la fruta – Está muy rica. ¿Cómo te llamas?

El babuino volvió a gruñir y señaló su pecho con el dedo. Luego, hizo un sonido que parecía decir «Buba». Alejandra entendió que ese era su nombre.

  • Buba, qué bonito nombre – le dijo Alejandra al babuino, acariciando su cabeza – Yo me llamo Alejandra. ¿Quieres ser mi amigo?

El babuino asintió con la cabeza y le dio un abrazo. Alejandra se sintió muy feliz y le devolvió el abrazo. Los dos se hicieron amigos al instante y empezaron a jugar juntos. Buba le enseñó a Alejandra cómo trepar a los árboles, cómo buscar frutas y cómo comunicarse con otros babuinos. Alejandra le enseñó a Buba cómo contar hasta diez, cómo hacer dibujos con palos y cómo cantar canciones. Los dos se divirtieron mucho y aprendieron mucho el uno del otro.

Mientras tanto, el padre de Alejandra se dio cuenta de que su hija había desaparecido. Se preocupó mucho y empezó a buscarla por la selva, llamándola a gritos. Pero no la encontraba por ningún lado. Pensó que tal vez algún animal se la había llevado o que se había perdido en el laberinto de árboles. Se sintió muy angustiado y culpable por haberla dejado sola.

Después de un rato, el padre de Alejandra llegó al lugar donde estaba Buba. Lo vio sentado en la roca, comiendo una fruta. Al verlo, se asustó y pensó que era un animal peligroso. Sacó un palo y se preparó para atacarlo.

  • ¡Fuera de aquí! – le gritó el padre de Alejandra a Buba – ¡Devuélveme a mi hija!

Buba se sorprendió y se puso nervioso. No entendía lo que decía el hombre, pero notó que estaba enfadado y que quería hacerle daño. Se levantó de la roca y se puso en posición de defensa, mostrando sus dientes.

  • ¡No, papá, no! – gritó Alejandra, que apareció detrás de un árbol – ¡No le hagas nada, es mi amigo!

El padre de Alejandra se quedó boquiabierto al ver a su hija. No podía creer que estuviera bien y que estuviera con un babuino. Soltó el palo y corrió a abrazarla.

  • ¡Alejandra, hija mía! – exclamó el padre de Alejandra, aliviado – ¡Qué susto me has dado! ¿Estás bien? ¿Qué haces con ese animal?
  • Papá, no es un animal, es un babuino – le explicó Alejandra a su padre, con una sonrisa – Se llama Buba y es mi amigo. Me ha cuidado y me ha enseñado muchas cosas. Es muy bueno y muy inteligente. No le tengas miedo.

El padre de Alejandra miró a Buba con otros ojos. Se dio cuenta de que no era una amenaza, sino un ser vivo que merecía respeto y cariño. Se acercó a él y le tendió la mano.

  • Lo siento, Buba – le dijo el padre de Alejandra a Buba, con humildad – No quería hacerte daño. Gracias por cuidar de mi hija. Eres un gran amigo.

Buba aceptó la mano y la estrechó. Luego, le dio un abrazo. El padre de Alejandra se sintió conmovido y le devolvió el abrazo. Los tres se abrazaron y se rieron. Se habían convertido en una familia.

Y así termina la historia de una niña llamada Alejandra que conoció a un babuino en una selva tropical. Una historia de amistad, de aventura y de aprendizaje. Una historia que nos muestra que los animales son nuestros amigos y que podemos vivir en armonía con ellos.


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