Historia de Ale y la iguana en el Caribe

Historia de Ale y la iguana

Había una vez una niña llamada Alejandra, de siete años, que vivía en una casa en la soleada ciudad de Granada, en Andalucía, España. Alejandra era una niña curiosa y aventurera, siempre ansiosa por explorar el mundo que la rodeaba.

Un verano, sus padres decidieron llevarla de vacaciones al Caribe, un lugar lleno de exuberante vegetación, playas de arena blanca y aguas cristalinas. Alejandra estaba emocionada por la idea de descubrir nuevos lugares y conocer criaturas fascinantes.

Una mañana soleada, mientras paseaba por la selva tropical, Alejandra escuchó un ruido extraño entre los árboles. Siguió el sonido y, para su asombro, se encontró con una iguana gigante. Su piel escamosa era de un verde intenso, y sus ojos parecían mirar directamente al alma de Alejandra.

La iguana estaba tomando el sol en una roca, extendiendo sus patas y moviendo su cola lentamente. Alejandra se acercó con cautela y se sentó a su lado. La iguana la miró con curiosidad, como si supiera que Alejandra no era una amenaza.

“¡Hola!”, dijo Alejandra en voz baja. “Soy Alejandra. ¿Cómo te llamas?”

La iguana no respondió, pero Alejandra sintió una extraña conexión con ella. Decidió pasar más tiempo observándola y aprendiendo sobre su vida en el hábitat natural.

Durante los siguientes días, Alejandra visitó a la iguana todos los días. Le llevaba frutas y hojas frescas, y la iguana parecía apreciar su compañía. Aprendió que se llamaba Isla, y que había vivido en esa selva durante muchos años.

Isla le mostró a Alejandra cómo trepar por los árboles y cómo camuflarse entre las hojas. También le enseñó sobre la importancia de proteger el medio ambiente y cuidar de todas las criaturas que compartían su hogar.

Una tarde, mientras Alejandra y la iguana estaban sentadas juntas en la playa, vieron un barco de turistas acercándose. Alejandra sabía que pronto tendría que regresar a casa, pero no quería dejar a su nueva amiga.

“Prométeme que seguirás cuidando de este lugar”, le dijo Alejandra a Isla. “Prometo volver algún día para visitarte”.

La iguana asintió con la cabeza, y Alejandra se despidió con lágrimas en los ojos. Regresó a Málaga con una historia increíble para contar y un corazón lleno de gratitud por haber conocido a Isla.

Y así, la niña de siete años llamada Alejandra llevó consigo el recuerdo de su amistad con una iguana en el Caribe, y siempre recordó la importancia de cuidar de la naturaleza y sus habitantes.


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