Historia de Ale y el escorpión dorado

Historia de Ale y el escorpión

Había una vez una niña llamada Alejandra, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de selvas y misterios. Alejandra tenía siete años y siempre llevaba su sombrero de exploradora y una mochila llena de aventuras imaginarias.

Un día soleado, mientras exploraba el bosque detrás de su casa, Alejandra encontró un sendero secreto. Siguió las huellas de los animales y las hojas crujientes hasta llegar a un lugar mágico: el hábitat natural de los escorpiones.

Allí, entre las rocas y la tierra seca, Alejandra vio algo brillante y peligroso: un escorpión. No era un escorpión cualquiera; tenía un color dorado y ojos chispeantes como estrellas. Sus pinzas se movían con agilidad, como si estuviera bailando.

Alejandra se acercó despacio, sin hacer ruido. El escorpión la miró con curiosidad y no pareció asustado. “Hola”, susurró Alejandra. “Soy Alejandra, la exploradora. ¿Cómo te llamas?”

El escorpión movió su cola venenosa y respondió en un lenguaje secreto que solo los exploradores y los bichitos entienden. “Soy Zarco, el guardián de este lugar. ¿Qué te trae por aquí, pequeña exploradora?”

Alejandra le contó sobre su sombrero de exploradora, su mochila llena de aventuras y su deseo de descubrir todos los secretos del mundo. Zarco sonrió con sus pinzas y le dijo: “Los escorpiones también tienen secretos. Somos criaturas antiguas, sabias y valientes”.

Juntos, Alejandra y Zarco exploraron el hábitat. Zarco le mostró cómo se esconden debajo de las piedras durante el día y cazan insectos por la noche. Alejandra le enseñó a saltar sobre las hojas secas y a trepar árboles bajitos.

Una tarde, mientras el sol se ponía y pintaba el cielo de naranja y rosa, Alejandra y Zarco se sentaron en una roca. “¿Por qué los escorpiones tienen veneno?”, preguntó Alejandra.

Zarco le explicó que el veneno es su defensa y su arma secreta. “No queremos lastimar a nadie, pero si nos atacan, debemos protegernos”, dijo. “También somos parte importante del equilibrio en la naturaleza”.

Desde entonces, Alejandra visitaba a Zarco todos los días. Juntos compartían historias, observaban las estrellas y soñaban con aventuras más grandes. Zarco le prometió que siempre sería su amigo y la protegería en sus exploraciones.

Y así, la niña exploradora y el escorpión guardián se convirtieron en los mejores amigos del bosque. Alejandra nunca tuvo miedo de los escorpiones, porque sabía que algunos de ellos eran como estrellas brillantes en la tierra, llenos de secretos y magia.


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