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Historia de Ale y el elefante
Había una vez una niña llamada Alejandra. Tenía 7 años y vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. A Alejandra le encantaba explorar la naturaleza y soñaba con ver animales salvajes en su hábitat natural.
Un día soleado, Alejandra decidió aventurarse más allá del bosque que conocía. Siguió un sendero estrecho y se adentró en la espesura. El aire olía a tierra húmeda y hojas frescas. Los pájaros cantaban melodías alegres mientras Alejandra caminaba con sus pequeños pies.
De repente, Alejandra escuchó un sonido profundo y resonante. Era como un rugido suave, pero no asustaba. Se detuvo y miró a su alrededor. Y allí, entre los árboles altos, lo vio: un elefante majestuoso. Su piel arrugada brillaba bajo los rayos del sol, y sus enormes orejas se movían como abanicos gigantes.
Alejandra no podía creerlo. ¡Un elefante de verdad! Se acercó despacio, sin querer asustarlo. El elefante la miró con ojos amables y se acercó a ella. Alejandra extendió la mano y tocó su piel rugosa. Era cálida y suave al mismo tiempo.
“¡Hola, amigo elefante!”, dijo Alejandra con una sonrisa. “Soy Alejandra. ¿Cómo te llamas?”
El elefante no podía hablar, pero parecía entenderla. Se inclinó hacia ella y sopló suavemente por la nariz. Alejandra rió y se sintió conectada con este gigante gentil.
Pasaron horas juntos. Alejandra y el elefante caminaron por el bosque, cruzaron arroyos y compartieron frutas silvestres. El elefante le mostró cómo arrancar hojas de los árboles y cómo usar su trompa para beber agua. Alejandra estaba fascinada.
Al atardecer, el elefante la llevó a un claro en el bosque. Allí, bajo el cielo estrellado, Alejandra y el elefante bailaron juntos. El elefante movía sus patas torpemente, pero con gracia. Alejandra reía y giraba alrededor de él.
“Gracias por este día mágico”, susurró Alejandra al elefante. “Nunca lo olvidaré.”
El elefante asintió y la abrazó con su trompa. Luego, con un último rugido suave, desapareció entre los árboles.
Alejandra regresó a casa con el corazón lleno de alegría. Nadie le creyó su historia sobre el elefante, pero ella sabía que era real. Desde entonces, visitaba el bosque todos los días, esperando encontrarse con su amigo elefante una vez más.
Y así, Alejandra aprendió que la magia existe en los lugares más inesperados y que los encuentros con criaturas asombrosas pueden cambiar nuestras vidas para siempre.
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