Historia de Ale y la chinchilla en Chile

Historia de Ale y la chinchilla

Alejandra era una niña muy curiosa y aventurera que le encantaba explorar el mundo. Un día, sus padres la llevaron de vacaciones a un país muy lejano y hermoso llamado Chile. Allí, había muchas montañas, lagos, volcanes y animales que Alejandra nunca había visto antes.

Un día, decidieron hacer una excursión a un parque nacional donde vivían las chinchillas, unos animalitos muy especiales que estaban en peligro de extinción. Alejandra estaba muy emocionada por verlos, ya que había leído sobre ellos en un libro y le parecían muy bonitos y simpáticos.

Cuando llegaron al parque, el guía les explicó que las chinchillas eran muy tímidas y que había que ser muy silenciosos y respetuosos para no asustarlas. Les dijo que solo se podían ver al amanecer o al atardecer, cuando salían de sus madrigueras para buscar comida. Les dio unos prismáticos y unas cámaras para que pudieran observarlas y fotografiarlas sin molestarlas.

Alejandra estaba muy atenta y miraba por todos lados, esperando ver alguna chinchilla. De repente, vio algo moverse entre unas rocas. Era una chinchilla, y era preciosa. Tenía el pelo gris y blanco, muy suave y esponjoso. Tenía unas orejas redondas y unos ojos negros y brillantes. Tenía una cola larga y peluda que le servía de abrigo. Y tenía unas patitas pequeñas y ágiles que le permitían saltar y correr por el terreno.

Alejandra se quedó fascinada y quiso acercarse más para verla mejor. Sin hacer ruido, se separó del grupo y se dirigió hacia la chinchilla. La chinchilla la vio y se quedó quieta, mirándola con curiosidad. Alejandra le sonrió y le habló con voz suave.

  • Hola, amiguita. No te voy a hacer daño. Solo quiero conocerte. ¿Cómo te llamas? – le dijo.

La chinchilla no entendía lo que decía, pero percibió que era una niña buena y amable. Le hizo un sonido parecido a un chirrido, que era su forma de saludar. Alejandra se alegró y le respondió.

  • Yo me llamo Alejandra. ¿Y tú? – le preguntó.

La chinchilla le hizo otro sonido, que era su nombre. Alejandra no lo entendió, pero le pareció muy bonito. Le puso un apodo cariñoso.

  • Te voy a llamar Chispa, porque tienes unos ojos muy chispeantes – le dijo.

La chinchilla le gustó el apodo y le hizo un gesto de agradecimiento. Alejandra le ofreció un trozo de fruta que llevaba en su mochila. La chinchilla lo cogió con sus patitas y se lo comió con gusto. Alejandra le acarició el pelo. La chinchilla se dejó y se acurrucó en su regazo. Alejandra se sintió muy feliz y le dio un beso.

Así empezó una bonita amistad entre Alejandra y Chispa, la chinchilla. Cada día, Alejandra iba a visitarla y le llevaba comida y juguetes. Chispa le enseñaba su hábitat y le presentaba a sus amigos. Juntas, se divertían y aprendían muchas cosas. Alejandra le contaba historias de su país y de su familia. Chispa le contaba los secretos de las chinchillas y de la naturaleza.

Alejandra y Chispa se querían mucho y se prometieron ser amigas para siempre. Alejandra le dijo que la protegería de los cazadores y de los peligros. Chispa le dijo que la esperaría cada vez que volviera. Y así fue. Cada vez que Alejandra viajaba a Chile, se reencontraba con Chispa y pasaban momentos inolvidables. Y cada vez que se despedían, se daban un abrazo y se decían «te quiero».


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