Historia de Ale y el casuario en Australia

Historia de Ale y el casuario

Era un día lluvioso y la niña salió a explorar la selva con su tía. Le gustaba ver los árboles, las flores, los pájaros y los animales que vivían allí. Mientras caminaba, escuchó un ruido extraño que venía de entre los arbustos. Se acercó con cautela y descubrió que era un casuario.

  • ¡Tía, mira! ¡Un casuario! – exclamó la niña, señalando al animal con asombro.
  • ¡Qué sorpresa! – dijo la tía -. Es un ave muy grande y rara, que no puede volar, pero que corre muy rápido.
  • ¿Y qué hace aquí? – preguntó la niña.
  • Pues vive en la selva, donde come frutas y plantas – respondió la tía -. Es muy importante para la naturaleza, porque ayuda a que crezcan más árboles y flores.
  • ¿Y es peligroso? – quiso saber la niña.
  • Pues depende – dijo la tía -. Si no lo molestas, es tranquilo y tímido. Pero si lo enfadas, puede atacarte con sus patas, que tienen unas uñas muy afiladas.
  • ¡Qué miedo! – dijo la niña -. ¿Y cómo se llama?
  • Se llama casuario de casco – dijo la tía -. Porque tiene una cresta dura en la cabeza, que parece un casco.
  • ¡Qué curioso! – dijo la niña -. ¿Y puede ver?
  • Sí, tiene unos ojos muy grandes – dijo la tía.
  • ¡Qué bonitos! – dijo la niña -. ¿Y puede oír?
  • Sí, tiene unas orejas muy pequeñas – dijo la tía.
  • ¡Qué graciosas! – dijo la niña -. ¿Y puede hablar?
  • No, los casuarios no tienen voz – dijo la tía -. Pero pueden hacer algunos sonidos, como silbidos o gruñidos.
  • ¡Qué interesantes! – dijo la niña -. ¿Y puede sentir?
  • Sí, los casuarios tienen un sistema nervioso que les permite sentir dolor, placer, miedo y otras emociones – dijo la tía.
  • ¡Qué sensibles! – dijo la niña -. ¿Y puede ser mi amigo?
  • Bueno, eso es más difícil – dijo la tía -. Los casuarios son animales solitarios y territoriales, que no les gusta compartir su espacio con otros. Además, son muy salvajes y no están acostumbrados al contacto humano.
  • ¡Qué pena! – dijo la niña -. Entonces, le voy a poner un nombre. Se llamará… ¡Selva!
  • ¡Qué bonito nombre! – dijo la tía -. Estoy segura de que Selva te agradece que lo respetes y lo admires.
  • Y yo a él – dijo la niña.

La niña y la tía siguieron su camino por la selva, dejando al casuario en paz. La niña se sintió muy feliz de haber conocido a un animal tan especial y diferente. Y el casuario se sintió muy aliviado de que no le hubieran hecho daño. Ambos aprendieron a valorar la diversidad y la belleza de la naturaleza.


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